Hasta en la hora en que el capullo se abre respiramos adios
y es un polen que ensucia el aire y despierta un ataque
enérgico al invasor.
Las cosas cambian, pasan, irrumpen, lo más real resulta insólito.
En la hora más bella respiramos adios, como en la hora peor.
En alguna parte, ahora mismo un adios se prepara a abrirse y darse.
Un adios dulce y violento cual la cadencia de tus gestos.
Igual que tus ojos, tus manos, tus cabellos, tu adios.
Contrapunto, fuga, dorada oleada de adios.
Respirar adios, no cual si fuera gas venenoso.
Aspirar con calma, retener con dolor, exhalar lentamente
con un íntimo sentir de liberación.
Aspirar dando gracias, retener en compasión,
exhalar controladamente, balanceando la partida y el hallazgo
lo que hubo y faltó,
las ganas,
la decisión...
Verlo todo y emocionarse. Aspirar, retener, y exhalar
para que cada recuerdo tal como un ave
en su batir de alas y elevarse
sacuda el tedio, resulte hermoso
vaya con fuerza a descubrir nuevos paisajes.
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